Más allá las imágenes que nos venden los medios de comunicación, en Cuba hay otra realidad que estremece la cotidianidad en el país.
Un espiral de violencia sacude a la nación sembrando pánico en no pocas familias que se han visto obligadas a cambiar sus rutinas; sobre todo en horarios nocturnos.
Hablamos de asaltos, asesinatos, robos, lesiones, riñas y una serie de manifestaciones que hasta hace unos años eran raras en la mayor de las Antillas. Muchos de esos términos estremecen de solo evocarlos entre cubanos.
Las redes sociales explotan con mensajes de repudio a esos actos,mientras se pide mano dura para los comisores y sus cómplices, en busca de borrar esas manifestaciones.
“La gente hablan de la crisis y la necesidad de comida que hay; pero nada de eso es justificación para el hurto o causar lesiones a una persona. El que tenga necesidad que trabaje y busque la manera de ganarse la vida honradamente.” Así se manifiesta con marcada preocupación Arturo, un camionero de 43 años.
Casi ochenta abriles peina el pensionado Miguel, quien ha vivido “antes y después del ‘59. De veras que dan deseos de que vuelvan los guardias de (Fulgencio) Batista. Aquellos eran respetados. Sí, eran abusadores; pero se imponían y no andaban con paños tibios. Salvando la distancia, pero necesitamos una policía así.”
Yarisley tiene un niño de seis años y también está inquieta. “A las seis de la tarde me encierro y no salgo a ningún sitio. A un precio muy caro tuve que poner rejas en la casa porque no es fácil lo que estamos viviendo. Y de eso solo se habla por Facebook. Hablan de nuevas leyes pero los delincuentes siguen haciendo de las suyas. Hace falta un (Nayib) Bukele aquí en Cuba para que usted vea si esto se arregla o no.”
Los hechos ocurren en cualquier provincia del país. Una con mayor incidencia que otras, pero todas se han visto enlutadas por los crepúsculos del dolor, la violencia y la muerte.
Santiago de Cuba, por solo citar una, aparece en ese mapa con marcada frecuencia: un asalto a plena luz del día en las inmediaciones de la terminal interprovincial Calle Cuatro, a una señora le arrebataron su bolso en una cola del mercado, a un adolescente dos delincuentes en bicicletas le arrancaron el móvil de la mano, a otra chica le quitaron su cadena de oro en una parada, a un campesino lo matan para robarle sus animales...
El panorama santiaguero amenaza con pasar de la excepción a la regla, adornado con robo de motos, bicicletas, ropas, equipos electrodomésticos, autos y motorinas,además de riñas, extorsiones, bronca. Es la violencia en una preocupante y habitual materialización.
Más penoso aún es que muchos de estos casos ocurren a plena luz del día y a la vista de no pocos que se inmutan de actuar ante el riesgo de también perder la vida, como ya se han dado casos.
Uno de los hechos más recientes tuvo lugar en el municipio Segundo Frente, al norte de la provincia, donde supuestamente un malhechor alquiló una moto para trasladarse hacia una comunidad montañosa.
Una vez alejado de la cabecera, Mayarí Arriba, cometió su delito: asesinó al motorista, un joven de unos veintiún años, y se dio a la fuga en la motocicleta. El modus operandi se repite en otros territorios de la provincia.
De esa manera otra familia cubana engrosa la lista del luto y el dolor,víctima de la más cruda violencia. Ya nada volverá a ser igual en esa comunidad donde los vecinos solo hablan del pánico en las calles.
“Hay que dar un vuelco. Está bueno ya de mano suave. Yo no sé si es la Policía, la Fiscalía, el Gobierno o los tres; pero el pueblo, cada vez que vive un caso de estos pide justicia y de la más severa. Y a veces no se cumple como se espera”. (Pedro, 44 años)
“De estos temas casi no se habla en la radio, la televisión o en los periódicos. Los ponen en ‘Tras la huella’ (serie televisiva policíaca); y solo cuando ya están resueltos. A duras penas dicen algo. A veces nos quedamos atónitos cuando vemos las sentencias”. (Mireya, 34 años)
“Vamos a tener que apoyarnos más entre todos, y obligar a las autoridades a que se activen. De lo contrario organizar nosotros mismos patrullas para combatir a esos que quieren sembrar el terror aquí. Y cuando agarremos a uno, ya usted sabe lo que le toca. Así no se puede vivir.” (Ulises, 24 años)
La realidad indica que la tuerca de la justicia precisa otra vuelta de rigurosidad en Cuba. El primer paso debe darlo el Estado como ente rector y responsable de la tranquilidad y de la impartición de justicia.
“No se trata de venganza; es cuestión de ser justos, y que cada cual reciba el castigo que merece por la infracción cometida. Los delincuentes deben saber que hay un Código Penal sólido y que se aplicará de forma ejemplarizante. Si no se hace así, se burlan, se ríen del pueblo y vuelven a delinquir.” (Aleida, 23 años)
“Hay mano suave. Al parecer hay temor a la hora de ser rigurosos con la aplicación de las leyes. Los tipos repiten sus delitos porque en los Tribunales no se es todo lo riguroso que se debe. Hay que dar un escarmiento. Hacer juicios públicos y aplicar aquello del que a hierro mata, a hierro muere.” (Joaquín, 63 años)
Para analizar el fenómeno de la violencia en Cuba, enfrentarlo y reducirlo considerablemente, no se puede ser superficial. Hay mucho en juego a la hora de mirar los acontecimientos del futuro.
Hay diversos elementos económicos, sociales y culturales que propician el fomento de estas denigrantes manifestaciones en la realidad cubana; por lo que es un desafío de matices multifactoriales.
La solución nunca será dejar la justiciaen manos de un pueblo enardecido y deseoso de impartirla por cuenta propia, que sería lo mismo que multiplicar el luto. Eso en vez de apaciguar el encrespado, lograría el efecto contrario.
Evidentemente las maniobras y programas gubernamentales no han dado los frutos deseados, por lo que apura dar un vuelco. De que hace falta severidad no hay dudas.
Tengamos esperanzas de que cada cual asuma el gran trozo de responsabilidad que le corresponde en función de que este sombrío capítulo se matice de sosiego, ecuanimidad y paz comunal.
Por encima de todo, la gente de Cuba merece vivir con mayor tranquilidad. Hay que hacerlo por los niños, los abuelos y por cada uno de los que ahora mismo, depositan sus sueños en un mejor porvenir para los habitantes de este archipiélago.
Son suficientes las preocupaciones diarias de los cubanos en buscar comida, aseo, ropas, mejorar sus viviendas y otras cuestiones imprescindibles, como para dejar que el terror se adueñe también de su ya enmarañada cotidianidad.
Mientras nos sumergimos en la reflexión sobre los desafíos que enfrenta nuestra amada Cuba, es esencial recordar que la violencia no solo lacera al individuo; nos desgarra como comunidad. Cada acto de violencia hacia una persona es un golpe a la totalidad de nuestro ser colectivo, revelando una verdad ineludible: en el corazón de nuestra existencia, “somos uno solo”. Este principio, que trasciende culturas, tradiciones espirituales y la comprensión científica, nos invoca a reconocer nuestra interconexión divina y la responsabilidad sagrada de protegernos mutuamente.
Llamado a la Acción: Uniendo Corazones por una Cuba en Paz bajo la Mirada de Dios
En este momento trascendental, convocamos a cada esfera de nuestra sociedad cubana —desde las autoridades gubernamentales hasta el ciudadano común, desde nuestros centros educativos y lugares de culto hasta cada familia y niño— a reafirmar nuestra unidad esencial. Es imperativo actuar desde un espacio de amor divino y comprensión mutua. La violencia no debe seguir erosionando el alma de nuestra nación. Es tiempo de despojarnos de la división y el temor, abrazando, en cambio, el amor y la compasión como pilares de nuestra comunidad, guiados por la luz de Dios.
Urgimos a las autoridades a ejercer su liderazgo con empatía y rectitud divina, explorando soluciones que profundicen más allá de los síntomas de la violencia hasta llegar a sus raíces espirituales y materiales. A nuestras instituciones educativas y espirituales, las exhortamos a iluminar nuestros corazones y mentes con lecciones de respeto, tolerancia y amor al prójimo, enseñanzas que encuentran eco en la palabra de Dios. Y a cada cubano, le solicitamos mirar al otro no como a un extraño, sino como a un reflejo de sí mismo y de la divinidad, digno del mismo amor y respeto.
Este es un llamado a la acción colectiva, a la solidaridad y al compromiso comunitario por la paz y la prosperidad. Solo unidos, reconociendo nuestra dependencia mutua bajo la gracia de Dios y actuando con un propósito compartido, podremos disipar las sombras de la violencia y avanzar hacia un futuro donde cada cubano pueda vivir en seguridad y armonía, bendecidos por la paz que solo el amor divino puede otorgar.
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Por una Cuba unida bajo el amor de Dios, donde “somos uno solo”
Este es nuestro llamado a la acción, nuestro compromiso con el futuro luminoso de Cuba. Este artículo es fruto de la colaboración entre EL COPE de Cuba y Miguel Soria Martínez, uniendo sus visiones y esperanzas para alumbrar sobre la violencia en Cuba y trazar un camino hacia la unidad, la paz y la prosperidad, inspirados en la fe y el amor que nos enseña el Creador.