Autor: EL Cope de CUBA.
La hora de una instantánea familiar es histórica. A veces es muy difícil reunir a los miembros de un núcleo hogareño en estos tiempos de ajetreo tecnológico.
Por ejemplo, los jóvenes no están en casa o permanecen encerrados en el cuarto, al abuelo le molestan ya los ruidos o la aglomeración de tantas personas, y los niños son difíciles de manejar como para mantenerlos inmóviles mucho tiempo.
Sin embargo, después de tanto insistir, organizar y convocar la despedida del año, los interesados en atrapar el mágico momento logran juntarlos en la foto.
Cada familia atesora ese instante de despidida de un año y recibimiento de otro. En ese gran álbum de remembranzas o de evidencias fotográficas que casi todos poseen se encuentra la mejor crónica del árbol genealógico.
Instantáneas amarillentas, unas en blanco y negro, aquellas con vestimentas de la época, muchas descoloridas, en varias vemos a otros que ya no están; pero la evocación al sitio, a la época, a las personas es inevitable.
Abuelos, tíos, bisabuelos, amistades y hasta alguna personalidad aparecen en algunas de esas fotografías que constituyen verdaderas joyas donde se archivan instantes indelebles.
Casi todos tenemos un recuerdo fotográfico de la etapa estudiantil o de cuando éramos jóvenes, junto a una persona con la que formamos una relación amorosa.
Pero, los que pasaron de largo por la familia, como la novia del primo, la esposa del tío, el marido de la hermana… ¿Cómo quedan? ¿Qué se hace para quitarlos de la imagen?
Lamentablemente, algunas de fotos auténticas fueron a parar a la hoguera del olvido porque la amistad o el noviazgo terminaron con ribetes de tristezas, venganzas y lamentos.
Siempre aparece la mano que, con la ayuda de tijeras, quiere cercenar la fotografía; aunque a veces el condenado a la mutilación se haya colocado estratégicamente en el centro de los atrapados por la luz.
El mismo fenómeno de los adelantos tecnológicos, eso de tener a mano un móvil, propicia captar certidumbres de los más comunes instantes de relación, lo mismo en videos que en fotos.
No es novedad ver una de esasfotografías de antaño mutilada de un rostro o un cuerpo que, luego de vivir dulces e imperecederos momentos o de dejar descendientes, se ha ganado el cartelito de “indeseable”, condimentado por un rechazo incontrolable.
Hay otras personas que asumen esa realidad con la mayor naturalidad del mundo; incluso, sus nuevas parejas, sus hijos y otros integrantes de la familia lo aceptan.
Esos recogen el instante como prueba de un momento indisoluble de una historia común, llena de asueto, naturalidad y buen entendimiento.
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A veces el hecho de cortar una láminaadquiere matices de humor, con carcajada incluida. Es cuando, tanto al que le cercenan la cabeza, el torso, un brazo o el cuerpo entero, como los demás individuos que componen la imagen, aceptan el arrebato propiciador de la acción. Y ríen ante la forzada ausencia.
La diversión es mayor, crece y se convierte en tema recurrente para encuentros de amigos y familiares, si esa relación concluyó con entendimiento, en buena onda, sin resentimientos.
En un convite camaraderil resulta molesto y algo contraproducente estar pendientes a la grada dónde ubicarse o al lado de quién corresponde a la hora de la foto. Si el quid es diversión, no pierda tiempo en ese desvelo.
Un consejo negativo: Si no quiere ser segado en una instantánea, evite esas fotografías familiares donde todos se unen detrás de una mesa repleta de comida o en una boda de amigos o quizás en una excursión… en fin, en uno de esos instantes donde siempre aparece alguien que anhele guardar evidencias.
Un consejo optimista: si no tiene prejuicios con unas tijeras cuyas hojas pasen muy cerca de su rostro; pues, a divertirse y a posar en el sitio que usted desee.
De esa manera se convertirá en inolvidable; digo, si no le interesa ser evocado negativamente durante un buen tiempo, para toda la vida o hasta más allá de la muerte, porque en su ausencia vital también puede ser objeto de mofa.
Disfrute el momento porque, a fin de cuentas, cada celebración es única e inevitablemente no faltará quien accione el obturador en busca de acaparar evocaciones gráficas y relatos orales.
Un consejo antes del frenesí: si por casualidad está en el trance y quiere sacar a alguien de su imagen, no utilice las tijeras; solo fotocopiarla, en caso de que esté impresa, y luego, con una buena dosis de edición digital, se hace magia.
¡Quizás hasta en el sitio del desventurado o la desdichada puede colocar a alguien más contemporáneo, a su mascota o a su artista preferido! Usted decide.
Queda a su elección festejar el cierre de un año y la llegada de otro sin la preocupación de la foto colectiva que en un mañana pasará a ser tesoro familiar, objeto del fuego, víctima de una edición digital o, en el peor de los casos, mutilada por un soberano tijeretazo.