POR: Yuly An D´Qva
Si el último día del año, a la hora de cenar, no está el puerco asado, el congrí, el mojito con yuca o el delicioso ñame oriental, entonces podemos decir que la mesa NO está bien servida.
Resulta que esa tradición el cubano la tiene tan arraigada a sus costumbres de la misma forma que el nombre se pega a los apellidos. Es verdad que en otras naciones, la cena de fin de año, también es un bello acontecimiento, Pero el CUBANO le da un toque distintivo.
El Cuba, hasta el más pobreo, se las arregla para criar un puerquito. En el campo se le llama “MACHO, cochino, cerdo o lechón. Pues bien, el animal se mata y se cuelga en una púa. Luego se abre un hueco en la tierra, se le echa carbón o leña y cuando la candela ha creado una chispeante brasa, entonces se pone el puerco colgado de dos y horqueta de palo.
Se le da vueltas y vueltas hasta que el olor vuele junto al humito, penetre en las narices y haga que algunos no se puedan contener y arranquen pedacitos del pellejo crujiente al lechón o, sencillamente, le quiten el rabito.
Como no todos saben hacer un puerco, se busca entre la familia o vecinos al más ducho en esos quehaceres y se le encarga la tarea. Casi siempre se le advierte que no debe empinar el codo, es decir, beber más de lo debido, hasta tanto esté bien asado el animal.
Pero esta hermosa tradición de cubanía no termina ahí. El campesino, desde que mata el puerco va dándose el trago de aguardiente, un ron que prefiere por encima de cualquier cerveza. Entonces, se hace la jandinga, una mezcla del hígado, el corazón y otras vísceras del cerdo que se cocina para ir “picando” y asustar al estómago ante de la cena.
Del puerco no se desperdicia casi nada. La sangre se recoge y se hace la famosa y sabrosa morcilla. Y la cabeza sirve para hacer el ajiaco oriental que nada tiene que ver con la caldosa de kike y marina.
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Y como si fuera poco, cuando el cerdo está listo, se buscan hojas verdes de plátano, las que se ponen en la mesa y encima se coloca el macho asado. Se pica completico y se adorna a los lados con ñame, yuca, plátano y congrí.
Muchas familias campesinas cubanas ese día no utilizan cubiertos. Se exige utilizar solo las manos para comer. Así, hasta el que está de visita, sea habanero o extranjero, no tendrá otra opción que sumarse a la tradición. Lo más lindo de todo es que la familia que realiza la cena, llama a los vecinos para que coman y hasta se molestan si no acuden.
Ese jolgorio campestre, es el mejor momento para olvidar rencores o desavenencia. El abrazo y beso a las 12 de la noche sella el compromiso de estar unidos y llevarse bien como familia o vecinos.