Por: Yuly An D´ Qva
Noche Buena, Navidad, Fin de año o Año Nuevo y la palabra que más se escucha es FELICIDADES. Pero ¿todos somos felices?
Duele, y muchísimo, que mientras unos tienen de todo, otros navegan en la nada. De la misma forma, que algunos deben auxiliarse de manos por tantas bolsas o paquetes de regalos; otros sólo pueden cargar a sus espaldas el nombre y los apellidos.
Siento dolor saber que en estos días de festividad hay quienes se rompen la cabeza buscando la mejor opción para servir la mesa; y otros, también se rompan la cabeza, pero pensando qué cocinan.
Sufro pensar que muchos cenarán con enchilados de camarones, pavos o cerdo asado y que al lado existan los que llevarán a la boca una cucharada de arroz con poca grasa.
Esa gran diferencia hace que haya personas que desayunen con una barra de pan, jamón, queso y aceitunas, y que otros desesperen en la cola de una panadería en busca del pan nuestro de cada día, que en ocasiones ya es semanal.
Por eso, duelen las justificaciones, injustificadas, de políticos y figuras públicas pasándose, de mano en mano, la verdad y tratando de tapar el sol con el papel arrugado de un viejo informe.
Se me aprisiona el pecho cuando veo cenar, y beber y bailar a los de arriba, sin inmutarse de que en una parte del mundo aparezcan los cuerpos cercenados de niños sin vida, en pedazos, sobre la tierra mojada de sangre, por una guerra genocida.
Por eso, quiero que el Hijo de Belén, el Nazareno, el dueño de los corazones de los hombres, el Rey de los Judíos, el Cristo que entró a Jerusalén con el amanecer, BENDIGA con su alma sencilla, el calendario 2024, para que cambie la suerte de millones de personas, y enseñe a los hombres en la tierra a compartir el pan y las ovejas.
Amén.
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