Por: Yuly An D´Qva
Capítulo 1
El hombre se levanta bien temprano. Busca por la ventana una luz. No la encuentra. Decide empacar y hacer camino al andar. Irá como parte de una delegación al extranjero, pero no regresará
Dos gruesas lágrimas dibujan el piso de su cuarto. En la mochila sólo lo necesario. La cartera vacía. Decide buscar nuevos horizontes. Deberá renunciar a muchas cosas. Lo sabe.
En la pared el retrato de su hijo sentado en las piernas de su abuela. Lo besa y también lo empaca. Nadie sabe nada. Va hasta la habitación donde está su mamá y la abraza fuerte, como si quisiera llevarse con él el calor de su cuerpo, de sus besos, de sus manos, de su corazón de mujer buena.
La madre lo observa en silencio. No pregunta. Presiente que algo no anda bien. Ahora es ella quien lo abraza mientras le susurra al oído: “Hijo, ¿hay algo que yo deba saber? Y el hombre rompe a llorar. Cuando puede pronunciar palabras dice: “Perdóname, mamita. Perdóname”. Y no dice más. Sale del cuarto y en sus oídos retumba aquella frase: “Hijo, hijo, espera. Niño, cuéntame la verdad.….. No te vayas así….. Hijoooooooo.”
Capítulo 2
Han pasado 3 largos meses desde aquel día que decidió emigrar a los Estados Unidos. En los recuerdos la terrible pesadilla de cruzar fronteras y evadir cordones de seguridad. Sólo reconfortaba la bendición de su viejita a través video llamada.
Recuerda que por más que intentaban mostrar la parte buena, lloraban sin apenas hablar. La madre se veía triste, gastadita, flaca, amargada. Él le daba aliento, pedía que no sufriera, que estaba bien y pronto volverían a estar juntos. Ella respondía con un leve movimiento de la cabeza o un “Sí, mijito, yo lo sé”.
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Capitulo 3
Es fin de años y sus días de celebraciones. El hombre tararea el estribillo de una canción: “ Llega navidad, y yo, sin ti,,,,” No puede terminar. Vuelve a llorar sin consuelo. Dos días antes, llamó a su mamá: “Mima, ya estoy trabajando. Dime qué desea. No tengas reparos; sólo dime y te complazco enseguida”
Ella miró serenamente a la cámara del teléfono, estiró su mano y acarició el lente de la cámara, Luego respondió con la ternura de una madre: “Hijo, estoy enferma y mi mayor deseo, es tenerte a mi lado”.
Capítulo 4, final.
El hombre regresó a Cuba. Lo pudo hacer después de 8 años. Una ley, maldita ley, así lo establece. Se volvió a encontrar con su viejita. Pero esta vez el regalo ha sido un enorme ramo de flores blancas, que deposita encima de su tumba.
“Perdóname, mamá”- Dice y llora. Siente en su hombro una mano tibia. Es su hijo, ya adolescente, quien le dice: “Llórala, coño. LLórala. Ella murió pronunciando tu nombre y con lágrimas en los ojos”. El hombre abraza a su hijo y le pregunta: -¿Por qué se inventarán leyes para separar a la familia? ”
Se pone de pie. Entonces, sigue buscando la misma luz que NO encontró aquel día en que decidió abandonar a su país.