17 de feb. de 2025 4 min de lectura

La Oración: Un Puente Constante entre el Ser Humano y Dios

La Oración: Un Puente Constante entre el Ser Humano y Dios

La oración es, para muchos, un acto reservado para momentos específicos: una súplica en tiempos difíciles, un agradecimiento por las bendiciones recibidas o un encuentro espiritual en la calma. Sin embargo, las enseñanzas de Jesús, Conversaciones con Dios y mi propia visión revelan algo mucho más profundo: estamos orando constantemente, aun sin darnos cuenta.

Jesús nos ofreció el Padre Nuestro como modelo perfecto de oración. Sin embargo, su mayor enseñanza no fue solo un conjunto de palabras, sino una vida entera vivida en conexión continua con Dios. Cuando afirmó: “Todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.” (Mateo 21:22), nos enseñó que la fe es el verdadero lenguaje de la oración. No es la repetición de palabras lo que transforma la realidad, sino la certeza absoluta de que lo pedido ya ha sido concedido.

Además, Jesús nos mostró que la oración es íntima y constante. No necesita ser pública ni ostentosa: “Cuando ores, entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto.” (Mateo 6:6). Cada acción, pensamiento y emoción en su vida fue una oración viva, demostrando que la verdadera oración es un estado de conexión ininterrumpida con Dios. Su fe era inquebrantable porque entendía algo que muchos olvidan: Dios nos dio el mismo poder creador que Él posee. Somos dioses en acción, capaces de moldear la realidad con nuestros pensamientos, palabras y emociones.

En el libro Conversaciones con Dios encontramos una verdad transformadora: siempre estamos orando. Cada pensamiento, palabra o emoción es una oración, porque estamos en comunicación continua con el universo y Dios. Dios no solo responde a nuestras palabras, sino a nuestra vibración, a lo que sentimos y creemos en lo profundo. Por eso, incluso aquellos que no creen, o quienes no pronuncian palabras al orar, están orando con su energía y su enfoque mental. Si piensas con insistencia en carencias, miedos o limitaciones, eso es lo que atraes, porque esa es tu oración constante. Lo que mantienes en tu mente con convicción, el universo lo escucha y lo materializa.

Amplío esta comprensión afirmando que todos estamos orando constantemente, conscientes o no. Cada pensamiento que albergamos, cada palabra que decimos, lo que elegimos ver y escuchar, e incluso lo que sentimos, son oraciones. No necesitamos un momento específico para orar; nuestra vida misma es una oración en acción. Somos los creadores de todo lo que nos rodea. Los niños, al no ser conscientes de su poder creador, absorben y reflejan las vibraciones de los adultos que los rodean. Ellos no saben que están orando, pero su energía responde a lo que sienten y escuchan. Por eso, cuando les hablamos de cerca, con fortaleza y fe, nuestra vibración fluye hacia ellos, influyendo en su bienestar. Si un niño enfrenta una enfermedad, nuestras palabras de amor, salud y sanación pueden transmitirle la energía que su cuerpo necesita para restaurarse.

Si piensas en escasez, estás orando por escasez. Si hablas de problemas, estás orando para que esos problemas persistan. Si escuchas palabras de miedo y las aceptas, estás orando para que ese miedo gobierne tu vida. Pero lo opuesto también es cierto: si piensas en abundancia, estás orando por abundancia. Si hablas de amor y gratitud, estás orando para que más amor y gratitud lleguen a ti. Si escuchas palabras de fe y certeza, estás orando para que esas bendiciones se manifiesten. Nuestra mente es un imán que atrae lo que piensa repetidamente. Por eso, si queremos transformar nuestra realidad, debemos comenzar por transformar nuestra oración constante: nuestros pensamientos.

Jesús nos mostró que la oración es creación. Conversaciones con Dios nos reveló que oramos con nuestra vibración. Mi enseñanza sostiene que lo hacemos a cada momento y que somos dioses manifestando nuestra realidad. Entonces surge la pregunta esencial: ¿Qué estás orando hoy? Si cada pensamiento es una oración, necesitamos cuestionarnos constantemente: ¿Estoy orando abundancia o escasez? ¿Estoy orando amor o miedo? ¿Estoy orando gratitud o queja?

La oración no es un acto aislado, es un estado continuo. Ese estado moldea tu vida. La casa que habitas, el carro que conduces, las relaciones que tienes, todo responde a tu vibración. Como Jesús, cuando oramos con fe absoluta, sin dudas, lo que pedimos se manifiesta inmediatamente porque el universo no tiene opción ante una mente convencida. Los niños, al igual que las plantas, los animales y todo lo que nos rodea, responden a nuestras palabras y pensamientos. Por eso, hablarles con amor y certeza es sembrar en ellos salud, bienestar y alegría. Cuando un niño escucha afirmaciones positivas de quienes lo rodean, su energía vibra en sintonía con esas palabras, permitiendo que su cuerpo y mente florezcan.

Para vivir en oración consciente, necesitamos vigilar nuestros pensamientos, detener los negativos y reemplazarlos con positivos; cuidar nuestras palabras, hablando siempre desde la gratitud, la fe y la certeza; seleccionar lo que vemos y escuchamos, alimentando nuestra mente con amor y abundancia; y vivir con intención, recordando que cada acción es una oración al universo. La verdadera oración no se limita a un momento breve del día. Jesús vivió en oración constante. Conversaciones con Dios nos recuerda que siempre estamos orando. Yo sostengo que todo lo que pensamos, decimos, vemos y sentimos es una oración que crea nuestra realidad.

Si queremos una vida llena de amor, salud, abundancia y paz, debemos asegurarnos de que nuestras oraciones constantes nuestros pensamientos y emociones reflejen exactamente eso. 

Porque orar no es pedir. Orar es crear.

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Miguel Soria Martínez
Miguel Soria Martínez
Autor, visionario, futurista y perfeccionista, con pasión por el universo las ciencias, escritura, música y fotografía. ‘PENSAR, CREER, RECIBIR’ guía mi universo. Cubano, bendecido por familia y Dios.
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