No fueron pocos los que sentaron sus esperanzas en el final de la más reciente escalada bélica entre Israel y Palestina, cuando se logró una tregua entre ambas partes.
La guerra había iniciado por el brazo armado de Hamás, al iniciar un ataque que incluyó el lanzamiento de misiles de cohetes territorio hebreo, además de la infiltración de unos 3000 milicianos que masacraron 1200 personas y secuestraron más de 240, en poblados israelíes cercanos a la Franja de Gaza.
Fue en noviembre último, a poco más de un mes de hostilidades, cuando Hamás anunció, con mediación de Egipto y Catar, que había alcanzado un acuerdo de tregua temporal con Israel de cuatro días.
Para ese entonces el gobierno israelí manifestó que aceptaba el pacto con el grupo islamista a cambio de la liberación de 50 rehenes detenidos en la franja.
Aquel acuerdo implicaba “el cese temporal de acciones militares israelíes y la entrada a Gaza de ayuda humanitaria, suministros médicos y combustible”, así como la liberación de 150 mujeres y niños palestinos retenidos a cambio de la libertad de 50 mujeres y niños capturados por las milicias gazatíes en el ataque de Israel del 7 de octubre.
El alto al fuego llegaba luego de 47 días de guerra, donde ya habían sembrado devastación y una grave crisis humanitaria actualmente ‘in crescendo’.
Durante el alto al fuego se intercambiaron en realidad 240 prisioneros palestinos por 105 rehenes; mientras Israel asegura que quedan más de 130 secuestrados en Gaza, incluyendo menores de edad.
Sin embargo, llegó el primero de diciembre y se rompió la tranquilidad otra vez. Ambas partes se culparon mutuamente de iniciar las discrepancias nuevamente.
Según Israel, Hamás lanzó un cohete hacia su territorio en las primeras horas de aquel viernes, precisamente en el instante en que expiraba la tregua y a pesar de varios medios dar cuentas de persistentes intensiones de las partes en conflicto de prorrogar la pausa bélica.
En la contraparte estaba Hamás manifestando que su enemigo rechazó varias propuestas de nuevos intercambios. Volvían a caer las bombas de las culpas mutuas, mientras el miedo y la muerte se multiplicaban en la región.
Fueron unos 240 palestinos muertos y otros 650 heridos en el primer día del reinicio de las acciones guerreristas, según fuentes palestinas.
Lo cierto es que volvieron las protestas en varias ciudades del mundo, las reuniones urgentes del Consejo de Seguridad de la ONU, las gestiones de personalidades y naciones para restituir la paz, y lo peor, las aterradoras imágenes del desespero, el hambre, la inanición y la desolación en tierras palestinas.
En poco más de once semanas de combates las fuentes gubernamentales palestinas dan cuentas de casi 21 000 muertos y más de 54 000 heridos como resultado de los incesantes bombardeos.
Es considerable el daño ocasionado a la infraestructura social en el enclave costero, con daños a hospitales, viviendas, escuelas y otras instalaciones; mientras llegan noticias que hablan de unos dos millones de desplazados.
Los reportes más recientes desde el país hebreo dan cuentas de que la guerra no se detendrá, incluso, ni en 2024, al decir del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
El Jefe de Estado advirtió que la contienda "no está cerca del final. No podremos liberar a todos los secuestrados sin presión militar. No dejaremos de luchar".
De igual manera, Herzi Halevi, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) dijo que la guerra contra los milicianos de Hamás “continuará durante muchos meses más” como garantía de que sus “logros” castrenses “se mantengan durante mucho tiempo”.
Halevi también aseveró que “No existen soluciones mágicas. No hay atajos cuando se trata de desmantelar completamente una organización terrorista, excepto ser constante y decidido en la lucha.”
Las consecuencias van siendo desastrosas y el mayor perdedor hasta el momento ha sido el pueblo palestino.
Se avizoran días tensos, matizados por una resistencia de ambas partes a dar su brazo a torcer y haciendo caso omiso a los múltiples llamados de un alto al fuego más duradero o al menos nuevas pausas humanitarias.
El mundo permanece atento al desarrollo del conflicto y a los nuevos colores de las hostilidades con la esperanza de que, más temprano que tarde, se instaure la cordura donde soplen aires de paz en este histórico enfrentamiento.
El Estado Hebreo y el grupo palestino Hamás deben intentar, por todos los medios posibles, nuevos acuerdos en detrimento del odio reinante; no solo por la añorada convivencia pacífica, sino por la estabilidad de la región y del mundo.