Hace algunos años el popular humorista Nelson Gudín cerraba uno de sus chistes con una sentencia que parafraseamos: “no nos quiten el cariño, porque los cubanos vivimos del cariño que nos tenemos”. Y no estaba muy alejado de la realidad el popular personaje de El Bacán.
En el alma vibrante de Cuba, el amor y la amistad no son meras emociones pasajeras; son pilares que sostienen la vida cotidiana. A pesar de las adversidades económicas y los desafíos sociales, los cubanos han tejido una red de solidaridad humana que fortalece el espíritu nacional y trasciende las limitaciones materiales.
En tiempos de penuria Cuba se mantiene rica en amor y hermandad; además, más de cinco siglos de historia no los perdonan. Las raíces de la solidaridad, el amor y la amistad son muy profundas entre cubanos y datan desde los mismos inicios de la identidad criolla.
La leyenda está marcada por luchas y aspiraciones compartidas, donde la ayuda ha sido una herramienta de supervivencia y tenacidad. Esta tradición de apoyo mutuo se manifiesta en cómo los cubanos se relacionan entre sí, ofreciendo un modelo de amor y amistad que se basa en la generosidad y el cuidado colectivo.
El cubano de verdad, no conoce de egoísmos. Su desprendimiento afectivo se extiende desde la familia hasta la comunidad, creando un lienzo social donde nadie se queda atrás. Los tantos años de insolvencia, restricciones y dificultades demuestran, con creces, que Cuba es un manantial de amor y amistad.
A lo largo de los años, los cubanos han demostrado una capacidad excepcional para celebrar el amor en sus múltiples formas, incluso cuando los recursos son exiguos. El 14 de febrero es una ocasión perfecta para demostrar fehacientemente esa cualidad tan innata.
No son raras las historias de parejas que, en pleno apagón, comparten una cena romántica bajo las estrellas, a la luz de unas velas o una lámpara recargable, usando lo poco que tienen para crear momentos de intimidad; o de amigos que se reúnen para compartir música, chistes y risas como testimonios de un espíritu que valora el amor por encima de la materialidad.
Sin dudas, en el archipiélago más grande del Caribe el núcleo hogareño y la comunidad son refugios de amor y apoyo. Los lazos familiares se extienden a vecinos y amigos, creando una red de cuidado mutuo que es esencial para el bienestar de todos.
Las celebraciones, los rituales cotidianos y hasta los desafíos se viven en colectividad, reafirmando que, en la isla, nadie está solo. Siempre hay quienes rompen las reglas; pero esos son los menos, aunque hagan daño.
El cubano es famoso en todo el mundo por ser desprendido y amoroso con las buenas amistades, esa otra familia que él mismo escogió y de la que ya no podrá despegarse jamás. Las historias para reafirmarlo pululan en cualquier sitio del país menos pensado.
En Cuba, las amistades son ejemplos vivos de lealtad y resiliencia. A través de años de cambios y crisis, los amigos se convierten en hermanos, demostrando que las verdaderas amistades resisten las pruebas del tiempo y las circunstancias.
Estas relaciones profundas son pilares de estabilidad y alegría, al tiempo que proporcionan un sentido de pertenencia esencial para enfrentar esos golpes de la vida que nadie como los cubanos, enfrentan a diario.
Otros vehículos poderosos para la expresión del amor y la amistad en este pueblo son la música, la danza, la literatura… el arte en sentido general. Por ejemplo, através del son, la trova, el bolero… los cubanos expresan sus sentimientos más profundos, compartiendo historias de amor, desamor y camaradería.
Desde las letras de una canción, las pinceladas de un lienzo, una atractiva obra literaria o el mismo ir y venir de sus habitantes, se cuenta la historia de un pueblo cuya riqueza cultural es inseparable a su capacidad para amar y soñar juntos.
El amor y la amistad en Cuba trascienden como la esencia de una identidad forjada en la solidaridad, la pasión y la resistencia. En tiempos de escasez, estos sentimientos se convierten en el más preciado de los recursos, alimentando el espíritu de una nación que encuentra en ellos su mayor fortaleza.
La cubanidad, con su inquebrantable calidez humana, nos enseña que, incluso en las circunstancias más difíciles, más allá de un catorce de febrero y por todo el año, siempre hay espacio para el amor y la amistad.